Crítica serie colombiana «El robo del siglo»

Por fin una buena noticia. Una serie adictiva para maratonear. Seis episodios, breves y espléndidos que se ven en un suspiro. Netflix hace lo que mejor sabe, cuando quiere. Puro entretenimiento que no se anda por las ramas y con capítulos que empujan a ver el siguiente en una rueda que no para.

Puede que venga al rebufo del éxito internacional de La casa de papel, pero es que no tienen nada que ver. Donde aquella es irreal e inverosímil, El robo del siglo es una serie que prescinde de giros de guión para concentrarse en intentar no meter gazapos que retuerzan el guión hasta hacerlo imposible y prescindiendo de incluir personajes carnaza sexual como la Tokio de Úsula Corberó.

En 1994 un grupo de ladrones asaltó el Banco de la República de Colombia, robando 23000 millones de pesos, más de lo que esperaban y el mayor botín de la historia en papel moneda. Papel moneda que aún no se había emitido y carecía de valor. Ahí comenzaron las desdichas del grupo que terminarían con ellos entre rejas. Puede que sea un subgenero criminal en si mismo, esto de los robos del siglo, basados en espectaculares robos reales, pero la serie cumple con lo que se espera de ella. Es entretenida, bien interpretada y te deja buen sabor de boca.

El robo del siglo tira de un puñado de actuaciones que dejan huella. No hace ni dos meses que escribí de la serie chilena de Amazon, El presidente, sobre la mafia del fútbol, donde Andrés Parra se metía en el pellejo de Sergio Jadúe el presidente de la federación chilena de fútbol.

Quien ya haya sido el narco Escobar o el dictador Chávez, se confirma como el mejor actor colombiano, uno de los mejores en castellano y alguien que merecía más renombre por su trabajo. Interpreta en la serie a «Chayo» un antiguo ladrón cuya joyería se va a la ruina y empujado a volver a las andadas para mantener la ficción ante su familia de exitoso hombre de negocios.

A su lado tenemos a Christian Tappa como «el abogado» y cerebro de la banda. El antiguo socio de «Chayo» con pocos meses de vida por delante, esperando un trasplante de riñón y sin nada que perder. Y a Marcela Benjumea como «Doña K» (los tres en la foto de arriba) la financiera del grupo y una mujer que no busca el dinero, o no solo el dinero, sino hacerse respetar en el mundo del hampa. En la ficción de la serie son los tres cerebros que organizan el grupo y planifican el atraco. En la realidad fueron oficiales de la policía nacional los que lo planificaron.

Seis capítulos que comienzan con la formación de la banda, el propio atraco al banco, tan chapucero que solo podía salir bien en un país donde la raya entre criminales y policías no existe, o no existía en los noventa. Una Colombia llena de violencia más allá de narcos y guerrillas, donde la única manera de salir del arroyo es dar el gran golpe. Un fresco social de un país hiper-violent, corrupto y lleno de picaesca donde siempre hay un pez más grande que se come al chico.

Se cambian los alias y se cambian los nombres reales. Se ficcionan algunos hechos para dar vidilla a la trama pero en lo general es bastante fiel a como fue físicamente el atraco, como digo, bastante chapuza y que se prolongó 18 horas. Más de lo esperado. 18 horas sin que fueran interrumpidos en sus labores para reventar con acetileno la caja fuerte. Un robo tan mal montado que solo podía salir bien en lo que entonces era un estado fallido incapaz de parar la corrupción política y policial y poner coto a los narcos. Afortunadamente para los colombianos, el país, visto desde fuera, ha ido cambiado.

En resumen. Serie entretenida. destinada especialmente, pero no en exclusiva, a quienes les guste esto de los robos del siglo.

NOTA: 6

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